miércoles, 1 de octubre de 2014

Vanguardias - cap. 30 y 31

La campaña francesa

  • ·      El hundimiento del ejército francés en mayo de 1940 fue un acontecimiento que dejó estupefacto al mundo entero. Aún influye en la psicología actual de los franceses.
  • ·      El mundo entero consideraba a Francia la nación militar por excelencia, la de Conde, Kléber y Napoleón, cuyos soldados habían mostrado en Verdún tanto heroís­mo como los espartanos en Termopilas. Los oficiales americanos más exquisitos acudían a formarse a la Es­cuela de Guerra de París.
  • ·      Ambos bandos contaban con el mismo número de carros de combate (y, en materia de artillería pesada, los franceses superaban a los alemanes, que en aquella época no contaban con ella): más o menos un millar de blinda­dos en cada campo.
  • ·      La campaña de Francia de 1940 fue Austerlitz al revés.
  • ·      En primer lugar, la trampa: atraer al cuerpo de ba­talla francés lejos de la verdadera escena. Los paracaidis­tas alemanes saltaron en Lieja, y Gamelin cayó en la trampa al enviar al grueso de su cuerpo de batalla a dos­cientos kilómetros al norte.
  • ·      El cuerpo de batalla alemán desembocó, pues, en Sedán, mientras que el de los franceses estaba en Bélgica. Lue­go, entre el 10 y el 16 de mayo, se adentró hacia el oeste, en donde no había nadie para detenerlo.
  • ·      El cuerpo de batalla francés —que incluía el cuerpo expedicionario inglés— estaba dividido, y la batalla deci­siva, perdida. Belgas y holandeses capitularon.
  • ·      Trescientos mil hombres, doscientos mil de ellos ingleses, sin su material. El ejército aliado estaba aniquilado.
  • ·      Al ver aquello, Mussolini, para su vergüenza, decla­ró la guerra a Francia: «La puñalada por la espalda».
  • ·      De Gaulle estaba en Londres con el pretexto de una vaga misión; a partir del 18 de junio, se declaró disidente.
  • ·      De Gaulle, dijo a los franceses que unos jefes incapaces les habían con­ducido al desastre. A diferencia de Pétain, él compren­día lo que estaba en juego en aquella guerra. Era ideo­lógico y planetario. «Esto no se zanja con la batalla de Francia. En el universo hay medios para aplastar a nuestros enemigos. Aun fulminados por una fuerza me­cánica, nosotros podemos vencer con una fuerza mecá­nica superior.
  • ·      En Francia reinaba el terrible desorden del éxodo. El país entero estaba destruido. Las familias separadas se buscaban. El caos y la muerte se daban la mano.
  • ·      El Partido Comunista, que hubiera podido contro­lar la anarquía, había quedado mentalmente aniquilado por el pacto germano-soviético y también predicaba la sumisión. Los pacifistas como Céline gritaban: «¡Ya os lo habían advertido!».

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La apuesta de la Francia libre

  • ·      Es cierto que había cometido el error de llamar al gabinete al mariscal Pétain, hasta entonces embajador en la España de Franco, cuyo escepticismo era notorio. Pe­ro también hizo que De Gaulle entrara en el gabinete. Su ministro del Interior, Georges Mandel, no era en absoluto partidario de la capitulación.
  • ·      Recordemos, sobre todo, que el canciller Adolf Hit­ler deseaba apasionadamente Vichy. Francia, inmenso país a escala europea, era un pedazo difícil de digerir pa­ra la Wehrmacht, al contrario que la pequeña Bélgica.
  • ·      Hitler hizo a Pétain dos grandes y aparentes con­cesiones: la no confiscación de la flota de Toulon; una «zona (llamada) libre», es decir, que no habían ocupado las tropas alemanas, en donde se encontraba situado (en la ciudad termal de Vichy) el Gobierno Pétain-Laval; y el respeto al Imperio colonial
  • ·      Desde un punto de vista puramente jurídico, se puede admitir, a pesar de los abusos de poder del maris­cal, que el Gobierno de Vichy tuvo una base legal hasta 1942. Pero cuando, en noviembre de 1942, los alemanes rompieron lo estipulado en el armisticio de 1940, que era lo que fundamentaba su legalidad, con el voto de un Parlamento engañado, Vichy cayó al vacío.
  • ·      La Resistencia, al principio era, atrevámonos a usar la palabra, un caos. Excepto Frenay, sus jefes eran im­provisados. Debe su supervivencia al incuestionable apoyo de la población. Las historias sobre este asunto son innumerables.
  • ·      Señalemos que, aunque alrededor del general no estuviera toda Francia, sí había franceses de todas las tendencias: católicos e israelitas, ateos y francmasones, de derechas y de izquierdas.
  • ·      Ni Pétain ni Hitler tuvieron la fineza de evi­tar ese impacto: Pétain porque no entendía nada de la situación y confundía, ya lo hemos dicho, a Hitler con Bismarck.
  • ·      De Gaulle combatía contra los alemanes, pero tam­bién tenía que imponerse a los aliados. Sabemos que sus relaciones con Churchill fueron tormentosas, pero mar­cadas por la mutua admiración.
  • ·      la «Francia libre» (que a pesar de to­do aún seguía siendo la tercera potencia militar de la alianza occidental, después de los americanos y de los ingleses: un millón de soldados; más de cien mil resis­tentes, muchos de ellos amalgamados en el ejército), a diferencia de lo que había sucedido en 1914, no tuvo el protagonismo.
  • ·      Pero sin la Francia libre, el honor de la nación se habría visto comprometido.
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